El chico es hijo del
astrofísico Rodrigo Ibata, un inglés de origen boliviano, y criado en
Santa Cruz de la Sierra, que trabaja en el Observatorio Astronómico de
Estrasburgo. Ibata lleva años estudiando la galaxia de Andrómeda, una
gigantesca espiral que, pese a situarse a 2,5 millones de años luz de la
Tierra, es visible a simple vista en el cielo. Un día, le propuso a su hijo
hacer en el Observatorio un cursillo sobre el lenguaje de programación Python,
un software libre con fama de sencillo y bautizado así en honor a los
humoristas británicos Monty Python.
GALAXIAS COMO MIGAJAS
Durante semanas, Neil puso a punto un programa en el que metieron los datos de 27 galaxias enanas que rodean a la gigante Andrómeda. Y, un buen día, el adolescente se dio cuenta de que algunas de ellas formaban un disco extremadamente aplanado que giraba en torno a su hermana mayor. Se lo dijo a su padre, que se quedó pálido. Hasta ahora, se pensaba que las galaxias grandes, como la propia Andrómeda o nuestra querida Vía Láctea, devoraban a sus vecinas de menor tamaño, dejando galaxias enanas como migajas a su alrededor.
Durante semanas, Neil puso a punto un programa en el que metieron los datos de 27 galaxias enanas que rodean a la gigante Andrómeda. Y, un buen día, el adolescente se dio cuenta de que algunas de ellas formaban un disco extremadamente aplanado que giraba en torno a su hermana mayor. Se lo dijo a su padre, que se quedó pálido. Hasta ahora, se pensaba que las galaxias grandes, como la propia Andrómeda o nuestra querida Vía Láctea, devoraban a sus vecinas de menor tamaño, dejando galaxias enanas como migajas a su alrededor.
Disco de galaxias enanas alrededor de Andrómeda.
Los astrónomos creían que
estas migajas eran independientes unas de otras. Pero no. En la pantalla de la
computadora de Neil se veía que las galaxias enanas en torno a Andrómeda se
organizan en una gigantesca estructura aplanada que rota sobre sí misma.
Además, según explican en la revista “Nature”, este disco se alinea de
alguna manera con el polo de la Vía Láctea, sugiriendo un orden en el universo
hasta ahora desconocido.
“Hace dos años estuve en San
Sebastián con unos amigos, muy bonito”, cuenta Neil de primeras por teléfono
con naturalidad, como si no acabara de descubrir un nuevo orden en el universo.
“No me gusta mucho decir que he tenido suerte, porque suena a superstición,
pero de alguna manera es cierto que tuve la suerte de estar en el momento
adecuado en el lugar adecuado, nada más”, explica sobre su hallazgo.
Más información: El Comercio
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